Ernestina de Champourcin (1905–1999) fue una destacada poeta española perteneciente a la Generación del 27, aunque durante mucho tiempo no recibió el mismo reconocimiento que sus compañeros varones. Su obra se caracteriza por una profunda espiritualidad, una mirada introspectiva y un estilo depurado. Fue una de las pocas mujeres incluidas en la influyente antología Gerardo Diego. Tras la Guerra Civil, se exilió en México, donde su poesía se volvió más íntima y religiosa, sin perder su fuerza lírica. Su vida estuvo marcada por la búsqueda de sentido, tanto en el amor como en la fe y el compromiso con la palabra.
El poema «Alta mar» refleja una metáfora poderosa de la existencia humana como un viaje en el mar abierto. La voz poética se siente lanzada a la inmensidad del océano —símbolo de lo desconocido, lo espiritual y lo existencial— sin amarras ni seguridad. En este contexto, «Alta mar» representa la incertidumbre vital y, al mismo tiempo, la libertad de quien ha renunciado a los puertos seguros. El tono es contemplativo y sereno, aunque cargado de profundidad emocional, propio del estilo maduro y místico de Champourcin. La fe, la búsqueda interior y la trascendencia son ejes fundamentales del poema.