Alta Mar Ernestina de Champourcin

Ernestina de Champourcin (1905–1999) fue una destacada poeta española perteneciente a la Generación del 27, aunque durante mucho tiempo no recibió el mismo reconocimiento que sus compañeros varones. Su obra se caracteriza por una profunda espiritualidad, una mirada introspectiva y un estilo depurado. Fue una de las pocas mujeres incluidas en la influyente antología Gerardo Diego. Tras la Guerra Civil, se exilió en México, donde su poesía se volvió más íntima y religiosa, sin perder su fuerza lírica. Su vida estuvo marcada por la búsqueda de sentido, tanto en el amor como en la fe y el compromiso con la palabra.


El poema «Alta mar» refleja una metáfora poderosa de la existencia humana como un viaje en el mar abierto. La voz poética se siente lanzada a la inmensidad del océano —símbolo de lo desconocido, lo espiritual y lo existencial— sin amarras ni seguridad. En este contexto, «Alta mar» representa la incertidumbre vital y, al mismo tiempo, la libertad de quien ha renunciado a los puertos seguros. El tono es contemplativo y sereno, aunque cargado de profundidad emocional, propio del estilo maduro y místico de Champourcin. La fe, la búsqueda interior y la trascendencia son ejes fundamentales del poema.

Vivo sin vivir en mí Sta. Teresa de Jesús

Santa Teresa de Jesús (1515–1582) fue una monja carmelita, escritora y mística española. Reformadora de la Orden del Carmelo, fundó el Carmelo Descalzo junto a San Juan de la Cruz. Su profunda vida espiritual y sus obras la convierten en una de las grandes figuras del Siglo de Oro español y de la literatura mística.

La poesía mística es un género lírico que expresa la experiencia de unión espiritual entre el alma y Dios. Destaca por su lenguaje simbólico, amoroso y trascendente. Alcanzó su auge en España durante el Siglo de Oro, entre los siglos XVI y XVII, con autores como Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz.

«Vivo sin vivir en mí» es uno de los poemas más conocidos de Santa Teresa. En él expresa el anhelo del alma por unirse con Dios, lamentando el sufrimiento de la vida terrenal mientras desea la vida eterna. Es un ejemplo claro de la intensidad y entrega del amor místico.